PLIEGOS DE REBOTICA - Cantáridas: salutíferas, afrodisiacas y venenosas

 

Publicado en PLIEGOS DE REBOTICA, Nº 162 - julio - septiembre 2025

Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes (AEFLA)

https://aefla.org/pliegos/pliego162.pdf

CANTÁRIDAS: SALUTÍFERAS, AFRODISIACAS Y VENENOSAS

Pablo Martínez Segura

“Durante más de cuatro mil años, los animales, y entre ellos los insectos, han formado parte de los remedios en Europa y el Mediterráneo”, esta fue la oferta para visitar en Paris una exposición temporal que en 2018 organizó la Sociéte d’Historie de la Pharmacie. El siguiente paso era invitarnos a ver las referencias que sobre los remedios de origen animal nos dejaron Dioscórides, Plinio y Galeno. Recogemos ese guante para la cantárida (Lytta vescicatoria), también conocida como mosca española, un coleóptero de color verde dorado que puede llegar a tener 22 mm de largo y 8 mm de ancho.


Pedacio Dioscórides Anazarbeo (39 - 90, de nuestra era), médico, farmacólogo y botánico original de Cilicia, que trabajó en Roma en la época de Nerón, ha pasado a la historia por su monumental obra De Materia Médica (también conocida como El Dioscórides) que ha tenido vigencia en nuestra terapéutica durante casi dos mil años. En él se describen unas 600 plantas medicinales, 90 minerales y alrededor de 30 animales. Escrito en griego, traducido al latín en el mismo siglo I y al árabe en el siglo IX tuvo una enorme difusión en la Edad Media, y fue impreso por primera vez en 1499 por Aldo Manucio en Venecia. Al castellano lo tradujo el doctor y humanista Andrés Laguna, natural de Segovia, que llegó a ser médico personal del emperador Carlos V y del papa Julio III. Esa traducción de El Dioscórides, dedicada al rey Felipe II, fue impresa en Amberes en 1555 y contiene abundantes ilustraciones del propio doctor Laguna. Las numerosas copias impresas de El Dioscórides reforzaron su difusión y autoridad como referencia precientífica en los siglos XVII, XVIII, parte del XIX e incluso del XX, con alusiones en las farmacopeas hasta mediados de la centuria.


El propio Dioscórides, según la traducción de Laguna (pág. 155 de la edición de Amberes), dice de las cantáridas: “son tan calientes y corrosivas, que, si se aplican con un poco de masa o enjundia sobre algunas partes del cuerpo, luego levantan ampollas, y así nos aprovechamos de ellas siempre que queremos renovar los humores de las partes de dentro a las superficiales. Dadas de beber dos o tres de ellas con vino, provocan nuevamente la orina e incitan la virtud genital”.


Una de las maneras más deliciosas, aunque sea parcialmente, de acercarnos a la obra de Dioscórides y su interpretación por el Dr. Laguna, la podemos encontrar en el Libro de los venenos (Siruela, 1995), de Antonio Gamoneda (Premio Cervantes, 2006). Su lectura es muy recomendable si queremos enlazar magia, ciencia, literatura e historia. Concretamente, en el caso de las cantáridas, pone en boca de Andrés Laguna la siguiente sentencia: “prometió Dioscórides en el promedio de este libro, tratar de aquellas cosas medicinales que juntamente con la virtud salutífera tuvieran facultad venenosa”, lo cual -añade- “nos mete por obra a comenzar por las moscas cantáridas”. ¡Cuánta razón! Las características de las cantáridas, que por su dificilísima dosificación las sitúa como un tratamiento de ulceraciones de la piel, contra la disuria o como afrodisiaco, entre otros remedios imaginados y, un potente veneno mortal, las ha llevado a la mitificación de uso por parte de los poderosos que tenían acceso a ellas. Había advertido Dioscórides: “tienen estos animales tanta eficacia en provocar la lujuria, que algunos, por demasiado uso de ellos, vinieron a desanimarse y a morir como villanos viejos”.


Livia Drusila, la mujer más bella e intrigante de Roma, tercera esposa de Augusto tras divorciarse de su primo Tiberio, abuela de Germánico y Claudio, bisabuela de Caligula y tatarabuela de Nerón, utilizaba las cantáridas como afrodisiaco para provocar los excesos sexuales de los enemigos de su marido y luego chantajearlos. En la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, procurador romano que en el año 77 publicó una enciclopedia que pretendía abarcar todo el conocimiento que se tenía, las cita en sus libros XXVIII y XXIX.


Posiblemente, una de las leyendas, o historia real, más conocidas sobre las cantáridas es la referida a su implicación en la muerte de Fernando II El Católico en 1516. Tras la muerte de Isabel La Católica en 1504, Fernando se casó en segundas nupcias en 1505 con Germana de Foix, sobrina de Luis XII de Francia. Ella tenía 17 años y Fernando 53. Llevaron a cabo todos los intentos posibles para procurar tener un descendiente que heredaría el Reino de Aragón. El consejero del rey Pedro Mártir de Anglería dejó escrito: “nuestro rey Católico se encuentra algo enfermo y ha vomitado todo lo que ha comido, la causa es un feo potaje (con cantáridas) que Doña Germana le hizo administrar por mediación de María de Velasco para más habilitarle y que pudiese tener hijos”. El prestigioso hispanista Henry Kamen, recogiendo una referencia del cronista de la época, Lorenzo Galíndez de Carvajal, abre las dudas sobre las causas de la muerte del rey: “para unos hidropesía con mal de corazón, para otros un potaje que le fue dado cerca de Medina para ejercitar su potencia”. Un estudio de 2018 del historiador Jaime Elipe y la médica Beatriz Villagrasa, publicado en la revista Stvdium, de la Universidad de Zaragoza, que ha revisado la documentación existente, concluye que la causa de la muerte fueron los problemas cardiacos y no el afrodisiaco.


Hay referencias a caramelos o bombones, aderezados con cantáridas como afrodisiacos, en torno al Cardenal Richelieu (1585-1642), Giacomo Casananova (1725-1798), o el Marqués de Sade (1740-1814), este último denunciado tras una orgía en Marsella en el verano de 1772, por la que fue condenado a muerte por sodomía y envenenamiento, pero de la que se libró gracias a sus influencias.


No por su acción como excitante sexual, sino por sus negativos efectos adversos en su aplicación para otras dolencias, la literatura, en ambos casos novelas históricas bien documentadas, nos habla de la muerte de dos personajes por culpa de las cantáridas. Benito Pérez Galdós, en su novela Un facioso más, algunos frailes menos (1897), señala su implicación en la muerte del rey Fernando VII en 1833. Finalmente, Gabriel García Márquez, en su obra El general en su laberinto (1989), donde recrea los últimos días del libertador americano Simón Bolivar, explica que se le sometió a un tratamiento de vejatorios para evacuar el catarro acumulado en la cabeza, con parches de cantárida. La autopsia realizada por el Dr. Révérend confirmó que los efectos abrasivos de estos coleópteros habían provocado la muerte.



Bibliografía


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https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5314566789&view=1up&seq=540&skin=2021 


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SHP. 2018. Les remèdes d’origine animale dans les thérapeutiques anciennes : les insectes. Exposición temporal número 116, año 2018, de la Sociéte d’Histoire de la Pharmacie. http://www.shp-asso.org/les-remedes-dorigine-animale-dans-les-therapeutiques-anciennes-les-insectes/ 


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Publicado en DIARIO SANITARIO, 7 de julio de 2025


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