MATADERO. Recorrido histórico

 


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MATADERO. Recorrido histórico.


Un paseo físico y virtual por su historia, orígenes, cambios de ubicación, transformaciones en el nacimiento del Madrid industrial de Sur, con una parada en las viviendas para sus trabajadores en la Colonia Pico del Pañuelo.


Guía - conductor: Pablo Martínez Segura, historiador y periodista, profesor voluntario del Centro de Mayores Casa del Reloj.  Nacido en San Sebastián (Guipúzcoa) en 1953. Vecino de Arganzuela (Madrid).

Licenciado en Ciencias de la Información y en Geografía e Historia. Actualmente doctorando en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense.

Profesor voluntario de Historia en el Centro de Mayores Casa del Reloj del Distrito de Arganzuela.
Miembro de 17 sociedades científicas o profesionales. Entre ellas: Asociación de Acceso Justo al Medicamento (AAJM) y Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes (AEFLA) de las que es miembro de sus juntas directivas. Fundador de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) de la que fue secretario general (1995-2001), vicepresidente (2002-2006) y tesorero (2012-219).

Profesor asociado de la Escuela Nacional de Sanidad (ENS) y de los máster (en el área de comunicación) de la ENS- Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares.



INDICE


INTRODUCCIÓN

Estamos en “Matadero Madrid.


ENCLAVE

Dehesa de Arganzuela.
Real Canal del Manzanares.


MATADEROS HISTÓRICOS DE MADRID

Siglos XV y XVI. 

Siglos XVII y XVIII. 

Siglo XIX .
Siglo XX.


MADRID INDUSTRIAL DEL SUR

Las cercas, los viajes del agua, las posesiones reales y el río.
Arganzuela, la prolongación de Madrid hacía el río.
La colonia del Pico del Pañuelo para trabajadores del Matadero de Madrid.


RESEÑAS

Reseñas bibliográficas (pág. 40).



INTRODUCCIÓN


Estamos en “Matadero Madrid”


Matadero Madrid (01), centro de creación contemporánea, es un conjunto de espacios culturales, de entretenimiento y ocio, perteneciente al Ayuntamiento de Madrid, habilitado a partir de 2007 sobre las instalaciones del antiguo matadero municipal de Legazpi, deshabilitado como tal en 1996, con el traslado de parte de sus instalaciones a Mercamadrid (02).


El análisis minucioso de las actividades del nuevo Matadero, como modelo de coproducción público- privada, es calificado por Paloma Rodera (03), en su tesis doctoral, “como un laboratorio para la creación contemporánea multidisciplinar. vinculado a su entorno y a la ciudad de Madrid. Un catalizador social, urbanístico y cultural”. Según esta investigadora, el impacto creativo de Matadero Madrid es de corte similar a los de Tabakalera en San Sebastián, Mercat de les Flors en Barcelona, Palais de Tokyo en París, o Barbican Centre en Londres.


No es nuestro objetivo, glosar las múltiples actividades de Matadero Madrid en el presente, de las que pueden disfrutar todos los ciudadanos y visitantes de la ciudad de Madrid, con una programación permanentemente renovada, con altísimas cotas de participación.


Nuestro viaje, nuestro recorrido, entornando ligeramente los ojos, se proyecta al pasado. A las razones por las que aquí se construyó el primer matadero industrial moderno de la ciudad de Madrid en la década de los años veinte del siglo pasado, que anteriormente fue parque municipal, las riberas arboladas del Canal del Manzanares, y una dehesa en la que pastaba el ganado que los pocos días sería sacrificado en los mataderos intramuros que se encontraban dentro de la ciudad de Madrid. Resulta comprensible que, durante siglos, sin medios frigoríficos para la conservación de las carne, con independencia de la salazón (a la que dedicaros un espacio aparte), hubiera una relación de proximidad geográfica entre la dehesa y los mataderos. Ello nos llevará a los espacios dedicados a este fin en los que hoy conocemos como El Rastro o la localización del antiguo matadero de la Puerta de Toledo.


Para comprender este relato, tendremos que internarnos en la descripción de Madrid como una ciudad cercada, es decir, limitada por cercas (las de los reyes Felipe II y Felipe IV), con sus correspondientes puertas de acceso cuya función era arancelaria y, en menor medida, sanitaria.


En el blog Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid (04), encontramos la siguiente descripción: ...“ la muralla de Alfonso VI dejó de tener carácter defensivo y paso a formar parte de los muros de medianería de la ciudad. La utilización de la muralla como medianera se realizó por cesiones del Concejo desde mediados del siglo XV durante el reinado de Enrique IV en el plano de Marcelli - Witt (1622-1635) o Teixeira (1656), donde aparece parte de lienzo y cubos de las torres cuando Madrid se convierte en Villa y Corte del Reino y se construyó una nueva cerca, conocida como la Cerca de Felipe II, con fines arancelarios y sanitarios, consecuencia del establecimiento de la corte en Madrid en 1561 con la que se pretendía controlar la población de Madrid. La última de las cercas de Madrid fue erigida en el siglo XVII durante el reinado de Felipe IV, construida debido a la gran expansión de la ciudad y con la finalidad de albergar en su interior a toda la población. Sus fines seguían siendo sanitarios y arancelarios. Fue derribada en el siglo XIX, dando lugar a las rondas y bulevares de Madrid y dejando sin funcionalidad a puertas como la de Alcalá, San Vicente o Toledo, que pasaron a tener un mero uso ornamental”.




ENCLAVE


Dehesa de la Arganzuela


El término dehesa, según el Diccionario de la Real Academia se corresponde con “tierra generalmente acotada y arbolada, por lo común destinada a pastos”. Su etimología procede del latín tardío (prata) defensa, que hace referencia a los terrenos acotados, cerrados al libre pastoreo. Su utilización ya aparece recogida en la Lex Romana Visigothorum o Fuero Juzgo, en el siglo VII (05).


En su diccionario de 1611 Tesoro de la lengua castellana o española, Sebastián de Covarruvias (06), explica dichos campos de yerba recibieron el nombre de “defensa” y que por corrupción lingüística degenero en “dehesa”. Asimismo, advierte que el nombre pude tener igualmente un origen arábigo con el significado de “tierra baja, llena de yerba, por la que se camina mal”. Esta descripción podría ajustarse mejor a la Dehesa de la Arganzuela por estar en las orillas del río Manzanares, diferente las dehesas de yerba y encinas (dehesas boyeriles) en las que pastaban los bueyes destinados a las funciones agrícolas de arado o de tiro de carros, definición del término documentada a partir del siglo X (07).


En las Capitulaciones de Santa Fe, 15 de mayo de 1492, los Reyes Católicos dieron licencia a la Villa de Madrid para acotar la Dehesa de Arganzuela, por medio de huertas y viñedos. La provisión se encuentra depositada en el Archivo de Villa de Madrid (08). Era la Dehesa una zona de pastos y arbolado a orillas del Manzanares, al suroeste de la ciudad, que iba desde lo que hoy es el puente de Toledo al actual paseo de las Delicias.


En el plano realizado en 1775 por Julián Francisco García Gallego, queda detallada la Dehesa de la Arganzuela en esa época (09).


A finales del siglo XIX, en la Guía de Madrid, elaborada por Ángel Fernández de los Ríos (10) se detalla: “a final de los paseos de las Delicias y Embajadores se halla esta dehesa, allí se construyó en 1819 una cabecera del canal del Manzanares que corría por la de ella. Sobre la entrada, a la conclusión del paseo de las Delicias se leía “Navegación y arbolado obras son del gran Fernando”; servía esto como de ingreso al embarcadero, a las oficinas del canal, a un jardín en miniatura, a un puente de madera que daba paso a la pradera (y a cuyo extremo había dos castillos poco mayores que garitas de centinela con cañoncitos para hacer salvas los días de gala) y al célebre canal y su paseo, frondoso, pero destrozado por podas que parecían proponerse sobre todo sacar mucha leña. En 1868 se cegó el inútil canal depósito de cieno, foco de intermitentes y sepultura de suicidas, desapareciendo también los ridículos puente y castillos quedando convertidas en paseo las alamedas y el espacio que ocupaba el canal”.


Las obras del Matadero Municipal en el primer tercio del siglo XX redujeron a una mínima extensión la Dehesa de la Arganzuela convertida en el parque de la Arganzuela primero y parque Madrid Río en la actualidad.


Sobre el toponímico Arganzuela, existen dos versiones.


Según Agustín Gómez Iglesias (1902 -1977), director del Archivo de la Villa de Madrid, “el nombre de la dehesa de la Arganzuela procede de Arganda chiquita, un caserío pequeño poblado por vecinos de Arganda que se establecieron a orillas del Manzanares donde tenían y usaban la presa, el soto y el prado de igual nombre, apropiándose además de la isla, que era prado comunal” (11).


Por otra parte, António de Capmany (1742 - 1813), militar, filósofo, historiador y economista que fue diputado en la Cortes de Cádiz y, asimismo, miembro de la Real Academia de la Historia desde 1776 y su secretario perpetuo desde 1790 (12), citando a Galíndez del Castillo (puede referirse al “Memorial de los Reyes Católicos” de Lorenzo Galíndez de Carvajal <1472-1528>, doctor en leyes y catedrático de la Universidad de Salamanca), refiere que en las proximidades de la puerta de La Latina (actual plaza de la Cebada), había un campo rodeado de barrancos que llegaban hasta las márgenes del Río Manzanares. En dichos barrancos estaban construidas algunas alquerías (casas de labor) y en una de ellas habitaba un alfarero cuyos bisabuelos, se dice, que conocieron a San Isidro. Prosigue Capmany, explicando que dicho alfarero, que era viudo, tenían varios hijos varones y una hija muy débil, cuya madre había fallecido precisamente en el parto.


El alfarero, de nombre Sancho era natural del pueblo de Daganzo de Arriba y por mote le llamaban por el nombre de su pueblo. Su hija,Sanchita era conocida por el el diminutivo “Daganzuela”. La niña era frágil y torpe y se le rompían los cacharros de la alfarería que manipulaba. El padre la destinó a ir a recoger agua del río y, aunque también provocaba muchos destrozos, en esa función encajó mejor.


Continúa el relato (posiblemente adornado para enaltecer el lado generoso y de proximidad con el pueblo de los reyes), que un día Isabel I, la conocida como reina Católica, paseaba por aquellas alquerías, acompañada de su institutriz Beatriz Galindo (Capmany la señala como Galíndez), y que teniendo sed pidió a la niña que la trajera un cántaro de agua del Manzanares. La niña, servicial, lo hizo todo bien. La reina se interesó por sus circunstancias y ordenó a sus escuderos que recogieran tres cántaros más del agua del Río y que regaran con ellos un perímetro de tierra, delimitación que le regaló a Sanchita como dote.


Una epidemia de peste terminó con la vida del padre y los hermanos de Sanchita. Ella, gracias a su dote se casó con un regalero (sirviente encargado de llevar frutas y flores) de la reina Juana, y al lugar donde vivían le denominaron Campo de Daganzuela (por deformación posterior Arganzuela, lugar explica Capmany que se corresponde con la calle de la Arganzuela bocacalle de la calle Toledo).


Sanchita tuvo tres hijos y después enviudó. Suceso tras el que ingresó como hermana de la V.O.T. de San Francisco e invirtió su caudal en hacer numerosas limosnas. Al fallecer fue enterrada en el convento de Jesús María (San Francisco) en la capilla de San Onofre. Su sepultura la reconoce como benefactora del convento. Y por memoria de esa mujer se denominó a la calle con el nombre de Arganzuela, si bien en la sepultura, cuya inscripción copia en un libro de fundaciones el diligente P. Algora, decía: María Sancha la Dagazuela.


Las dos versiones del toponímico Arganzuela parecen plausibles y en distintas fuentes podemos encontrar una u otra.



Real Canal del Manzanares


La Dehesa de la Arganzuela fue ocupada parcialmente durante 90 años por el primer sector del Real Canal del Manzanares.


Antecedentes del Real Canal

Recoge Dolores Romero Muñoz, que “el primer intento de llevar a cabo la navegación por el Manzanares surgió en fecha temprana, durante el reinado de Juan II de Castilla, a mediados del siglo XV, con una idea auspiciada por el propio monarca. La crónica de este primer proyecto fue evocaba por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo en su “Quinquagenas de las noblezas de España”. En la segunda parte de su obra, Oviedo remitía a un canal que conduciendo las aguas del Jarama desde el puente de Viveros llegaría, manteniendo la misma cota, a los pies de la torre de la parroquia de San Pedro el Viejo”. (13)


El segundo intento lo explica Faustino Merchán, señalando que “el 22 de Mayo de 1581, recién nombrado Felipe II rey de Portugal por las cortes de Tomar, en el centro del país recién conquistado, el ingeniero Juan Bautista Antonelli presentará una Relación verdadera de la navegación de los ríos de España, en ella se recoge como parte de un proyecto mucho más ambicioso la navegación desde Madrid a Lisboa, pasando por Aranjuez y Toledo. (...). Tanto la muerte del ingeniero italiano como los problemas que atravesaba entonces la corona debido a la derrota de la Armada Invencible, contribuirán a que la realización del proyecto se vaya posponiendo” (14).


Los ingenieros militares de origen alemán Carlos y Fernando de Grunenbergh, al servicio de Carlos II durante la segunda mitad del siglo XVII, presentaron a la Corte de Madrid una propuesta de navegación del Manzanares. En 1688, imprimieron un Memorial donde expusieron su proyecto, uno de los pocos que plantearon la construcción de un canal artificial en la España barroca. Dicha conducción arrancaría en El Pardo, pasando por Madrid hasta Vaciamadrid, lugar donde se unen el Manzanares y el Jarama. A partir de aquí el canal seguiría en dirección sureste para, cruzando el Tajo, arribar a Aranjuez y Toledo. Asimismo, el canal ayudaría a regar las tierras bajas y a protegerlas de los vientos, gracias a una política activa de reforestación de los alrededores de la ciudad adoptando lo que definían como una “cultura de plantío”.


Razonaban los Grunenbergh que “para hazer navegable à Mançanares, no era necessario comunicarle rio alguno: pues las aguas con que corre son suficientes, solo con darles consistencia, y refrenarles su caída. Y que esto era factible en la forma que practican en los Países del Norte, estancando las aguas, y haziendoles sus canales, y diques con sus concas, ò faços”.


Los Grunenbergh fueron precisos en el establecimiento de condiciones en el caso de que el proyecto se llevase a cabo, con el concurso de los recursos económicos que ellos mismos aportasen. De esta forma, manifestaban la necesidad de asegurar los derechos y obligaciones en que incurrieran ambas partes, al tratarse de una fábrica ejecutada mediante un privilegio real.


Los regidores de Madrid, que se opusieron frontalmente al proyecto de construir un canal artificial para la navegación utilizando exclusivamente las aguas del Manzanares, argumentaban que esa idea –según resaltaban– “sólo los Grunenbergh habían planteado poder realizarla de ese modo”. Los Grunenberg salieron de España en 1699, el proyecto se aparcó, pero no se olvidó. En 1747 se reeditó el Memorial por encargo del Conde de Aranda y se creó una compañía para acometer la obra a cargo de Simón Pontero. Finalmente en el reinado de Carlos III, se aprobó el proyecto de Pedro Martinengo basado en el de los Grunnenbergh. Habían pasado 90 años (15).


Carlos III aprueba las construcción del Canal del Manzanares por iniciativa privada

En 1770 surgió un hombre de empresa decidido a realizar el canal navegable del Manzanares. Pedro Martinengo, que presentó a finales de octubre de 1769 un proyecto para construir, a su costa, bajo ciertas condiciones y privilegios, unos temporales y otros perpetuos, canales de navegación por las aguas de los ríos Manzanares, Jarama y otros «comprendidos en el distrito de veinte leguas en contorno de Madrid». También tendrían derecho a transportar por los canales cualquier efecto, así como el usufructo «entero, franco y libre» por cincuenta y cinco años, contados a partir de cinco años después de empezar la obra, sin derecho o contribución alguna por razón de navegación y transporte a los embarcaderos, así como tener quince barcos de su propiedad.


El rey Carlos III les facilitó la obtención de los terrenos (Dehesa de la Arganzuela en el primer tramo) por donde debían pasar los canales, para que pudieran diseñar el recorrido por el sitio más adecuado aunque cruzara tierras del rey, señoríos, mayorazgos, comunidades eclesiásticas y seculares, obras pías o de cualquier particular. En los terrenos que se expropiaron fueron realizando embarcaderos, cobertizos, casas y almacenes para custodiar los materiales necesarios en las navegaciones. Estas dependencias eran en todo momento propiedad de la Compañía. Todos los árboles que la Compañía plantase a su costa eran de su propiedad durante los cincuenta y cinco años de concesión y los podían incluso dejar a sus herederos y sucesores, con facultad de cortarlos, usar de sus frutos o renovarlos cuando le conviniese. El Banco de San Carlos fue el encargado de administrar el Canal del Manzanares desde el 12 de junio de 1788 hasta 1799, poniendo a cargo de su administración a Cabarrús. En 1791, Miguel de Hermosilla fue nombrado ingeniero director de las obras del Canal hasta Aranjuez. Hermosilla pidió como ayudante al ingeniero Cipriano Torrezur (16).


Las cuentas ruinosas del Canal

El Profesor Antonio López (1923-2001), catedrático de Geografía de las universidades de Valencia y Autónoma de Madrid, académico de la Real de la Historia y secretario general del Instituto Juan Sebastián Elcano, ha estudiado, con detalle, las cuentas del Canal del Manzanares (17). La compañía pública del Canal constaba de 300 acciones de 1.000 pesos de 50 reales (4,5 millones de reales), con cesión de 83 acciones a la compañía Martinengo por sus gastos y las 217 restante eran públicas. En 1777 el rey Carlos III compró todas las acciones y continuaron por la Real Hacienda señalando 55.000 reales mensuales para gastos, pero en 1779 se disminuyeron a 15.000. Constituido el Banco de San Carlos en 1782, en el año 1788 se le encargará la administración del Canal del Manzanares.


En 1776 se habían construido dos leguas de canal, con 7 esclusas y 4 molinos, además de numerosas plantaciones de árboles y se usaban 18 barcas que llevaban de 700 a 800 quintales, que abarataban el coste del transporte de yeso en un 50% y el de piedra de mampostería en un 25%. No obstante ya se advierte su condición “malsana” por el escaso movimiento de las aguas. Para el año 1779, de las cuatro leguas previstas de canal estaban realizadas tres, más 9 molinos, pero los gastos de conservación eran muy elevados. En las diversas etapas los gastos fueron notables. Hasta 1771 la compañía de Martinengo había invertido 1,14 millones de reales. Hasta 1777, la compañía general: 3,37 millones de reales hasta la quinta esclusa, y entre 1777 y 1788: 3,49 millones de reales más. En mayo de 1791 la Junta del Banco de San Carlos notifica haber invertido 1,02 millones de reales, Floridablanca les ofrece que les dará la propiedad del canal si se condonan las cuentas. Hermosilla, ingeniero director, en 1791, detalla la necesidad de 2,23 millones de reales para arreglar lo hecho y 20,5 millones de reales más para llegar a Aranjuez.


* Según cálculos propios, utilizando datos del Catastro del Marqués de la Ensenada (1752, en los que una docena de huevos costaba 24 maravedís, y un real de plata equivalía a 34 maravedís, puede hacerse una extrapolación grosera. Con los precios actuales de una docena de huevos y señalar que el valor adquisitivo de un real sería hoy 1,27 euros. Un millón de reales equivaldría a un millón doscientos setenta mil euros.


Por las vicisitudes económicas ruinosas y los vaivenes políticos de finales del siglo XVIII y del primer tercio del siglo XIX, el Canal sólo llegó hasta Rivasvaciamadrid con la construcción de diez esclusas.


Fue utilizado para transporte de yeso y piedra de mampostería en barcazas que eran arrastradas por mulas desde sus orillas. Fernando VII dio un impulso recreativo a la zona del embarcadero, situado bajo el puente de Canal, hoy puente de Praga. Sus riberas fueron utilizadas como huertas, pasto y para la explotación de los árboles plantados, pero la estanqueidad de sus aguas fueron un problema de insalubridad en unas etapas en las que la ciudad de Madrid sufrió sucesivas epidemias.


Tras la Memoria de la Juntas Municipales de Sanidad y Beneficencia de 1855 en la que se reclamaba con insistencia la desaparición del Canal, el Ayuntamiento de Madrid ordeno cegarlo en 1862, tanto para evitar problemas sanitarios como por su escasa rentabilidad.


La alternativa a la utilización del Canal para el transporte de mercancías , fue el ferrocarril.




MATADEROS HISTÓRICOS DE MADRID


Siglos XV y XVI


Los mataderos como sitos en los que se mata y se desuella el ganado destinado al abasto público ya figuran citados en las obras de Homero y, en Roma, funcionaron los mataderos públicos desde la época del Consulado. En Paris, el antiguo gremio de carniceros, reorganizado por Real Cédula de 1316, construyeron su primer matadero cerca de la catedral (18).m


Durante la segunda mitad del siglo XV Madrid conoció un período expansivo. La población de la ciudad, que podemos estimar para 1450 en unos 5.000 habitantes, pasó a ser de unos 8.000 en 1483 y cerca de 12.000 en 1496 (19).


Explica Carlos Osorio (20), que por las necesidades de abastecimiento, a mediados del siglo XV existían dos mataderos privados: “uno era el de Vargas y Media, situado entre la calle Toledo y la Cava Alta, y el otro el de Juan Alfonso de Madrid, donde hoy está la calle Concepción Jerónima”. Según añade: “en 1495 el Concejo encargó a Luis de Gálvez la construcción de un matadero en torno a la actual plaza de Cascorro”. Por corruptelas del constructor las obras, muy endebles, no terminaron hasta 1497 y fue necesario reconstruirlo varias veces a lo largo de los años. Este es el conocido como Matadero Viejo de la Villa.


El Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), en su Memoria histórica para el proyecto de rehabilitación del antiguo matadero municipal (21), señala, que desde principios del siglo XV el abastecimiento de carne estuvo regulado en el municipio de Madrid y que “en 1480 se distribuía ese alimento a la población en cuatro carnicerías públicas: tres de ellas en la Villa y la cuarta en el Arrabal. El ganado adquirido en distintas regiones españolas aguardaba su matanza en las dehesas de Amaniel y Arganzuela y, más tarde también en la pradera del Corregidor y en la Dehesa de la Villa”.


De hecho, La creación de edificios como “casa de la carniçería” y pescadería se introdujo en los programas constructivos de las ciudades castellanas desde finales del siglo XV. La disposición de tablas para la carne y el pescado en la vía pública se percibía como una medida insuficiente para unas ciudades que en el siglo XVI asisten a un notable incremento de su población (22).


La carnicería de la plaza del Arrabal (actual Plaza Mayor) fue traspasada por mandato de Enrique IV (hermano paterno de Isabel la Católica) a la plaza de San Ginés junto al Hospital de la Santa Cruz (23).


La Memoria del COAM constata que por Real Cédula de 1502 los Reyes Católicos, facultaron al Ayuntamiento para “mudar el Matadero desde el paraje junto al Hospital de la Latina (en la calle Toledo) a otra parte”, a costa de su fundadora doña Beatriz Galindo, en el momento que se estaba iniciando la construcción del Hospital.. En 1550-1551 el arquitecto Antonio Sillero dio las condiciones para hacer el cuerpo de la Casa Matadero que se había hundido, sin especificar la situación, se supone que debió de ser el del Rastro. Esta localización tan concreta puede estar en relación con el hecho de que la mayoría del ganado de abasto tuvo su entrada durante siglos a través de la Puerta de Toledo (24).


Sonia Fernández, jefa de la Sección de Colecciones del Museo de Historia de Madrid, ha elaborado un vídeo titulado “El matadero y mercado de ganados”, de poco más de ocho minutos de duración, accesible en YouTube, cuyo visionado recomendamos (25). En el mismo, nos explica que “con la instalación de la Corte en Madrid en 1561 la ciudad experimentó un crecimiento exponencial. La mayor parte de estos nuevos habitantes eran nobles, personas al servicio de la Corte, funcionarios, clérigos, incluso gentes en busca de fortuna, es decir, personal que no estaba dedicado al sector primario. Por ello el abastecimiento se convirtió en un asunto especialmente importante y a él se dedicaron tanto el Concejo, es decir, las autoridades locales, como el poder central del Rey. Madrid se convirtió así en un mercado protegido en el que el abastecimiento estaba asegurado. La triada de productos esenciales estaba compuesta por pan y vino, y carne, y dentro de éstas, se consumían de mayor a menor medida: el carnero en un 45%, la vaca en un 32% y, en menor medida, el cerdo. Para asegurar el abastecimiento existían dos ciclos anuales de compra al por mayor: en primavera, se compraba en Extremadura y Andalucía, y en otoño, en Galicia y Castilla y León. Desde estas regiones llegaban las reses vivas a las dehesas que estaban en el entorno de la ciudad, como la Dehesa de Amaniel, fue conocida como Dehesa de la Villa, y la del Arganzuela y desde este punto se trasladaban a los mataderos de Puerta de Toledo y del Rastro. Y “rastro” significa precisamente eso lugar donde se mata, se corta carne y se vende al por mayor. Los puntos de distribución de la carne eran la Plaza Mayor, tanto en la Casa de la Carnicería, como en los puestos que se encontraban en la propia plaza. Este tipo de puestos, conocidos como tablas, se distribuían también por otras plazas de la ciudad, como la red de San Luis, San Ildefonso o Santo Domingo”.


Se estima que Madrid a finales del siglo XVI contaba entre 85.000 y 95.000habitantes (26).



Siglos XVII y XVIII


A lo largo de los años muchas palabras desaparecen, otras cambian de significado o nos recuerdan su etimología aunque su sentido ya es otro. Es el caso del termino “rastro” como localización geográfica en la ciudad de Madrid. Cuando consultamos fuentes (documentos) de una determinada época, es muy útil manejar igualmente los diccionarios contemporáneos a los mismos. En este caso, el de Sebastián de Covarruvias (27) publicado en 1611, en los inicios del siglo XVII, señala:


MATADERO, el lugar donde se mata el ganado para la carnicería.


RASTRO, lugar donde se mata a los carneros, dicho por otro nombre arábigo Xerqueria. Dixose rastro porque los llevan arrastrando, desde el corral desde los palos a donde los degüellan y por el rastro que déjase se le dio el nombre al lugar.


Descripciones que nos sirven para entender que inicialmente la localización de mataderos en el Rastro corresponde a ganado bovino.


Los datos son escasos, pero el manuscrito 5.918, Libro de los nombres y calles de Madrid sobre que se paga incómodas y tercias partes, conservado en la Biblioteca Nacional (28), en cuya difusión ocupa un lugar destacado el blog elrastro.org, ofrece algunas precisiones. Según dicho documento sabemos que hacia 1632 en el Rastro había tres mataderos:


- Matadero de la calle Arganzuela o de la Mancebía.

- Matadero abajo y tenerías (curtidurías de pieles) que ocupaba el cerrillo y era el mejor construido.

- Matadero “biejo”, al que nombra como desaparecido.


El historiador, clérigo y notario del Santo Oficio Gerónimo de la Quintana (1576-1644), autor de la primera historia completa sobre Madrid, titulada A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza, publicada en 1629 (29), según recoge mOsorio (30), el Matadero del Cerrillo del Rastro “tenia de largo ciento setenta y cuatro píes, y de ancho ochenta y seis, dentro tiene dos patios grandes de igual proporción, alrededor de ellos hay soportes grandes y capaces que sustentan columnas con capiteles, y basas de piedra berroqueña; debajo de las cuales están las escarpias de la carne. Entrase a el por cuatro puertas correspondientes en cruz, en cada lado la suya, es obra de mucho aseo y costa”.


A este respecto, la Memoria histórica del COAM (31), destaca que la referencia documental más precisa se encuentra en el Libro I de los asientos de Casas de Madrid que comprende cien manzanas, desde el número primero hasta el ciento inclusive [manuscrito] (32), en donde se recoge:


“El Matadero del Rastro, que entonces era empleado para carneros, ocupa la manzana número 89, a la que se añade una descripción de cada una de las parcelas que la integraban:


Empieza a numerarse por la plazuela del Rastro baja por la calle de las Amazonas, cara de mano derecha buelve por el Cerrillo del Rastro, suve por la Rivera de Curtidores, a la calle del Camero y del Peñón a la citada Plazuela: no I Pertenece a la Villa de Madrid, por ser la carnizeria, Mathadero y Rastro... tiene su fachada principal a dicha Plazuela del Rastro. No 2. Es el Repeso de dichas Carnizerias ...: tiene su fachada a la Plazuela del Rastro. No 3. Es el Repeso de Corte... : tiene fachada a la Plazuela del Rastro... No 4. Es Herial que llaman del Cerrillo del Rastro, tiene su fachada a la Puerta y Plazuela del Rastro ...”.


De esta descripción (prosigue la Memoria del COAM) se deduce que sus instalaciones cubrían cuatro funciones: carnicería, matadero, rastro (venta al por mayor) y repeso, tal y como debió ser creado primitivamente. El municipio controlaba el abastecimiento de carnes de vaca y carnero por medio de las matanzas y la venta al por mayor en el Rastro y la venta al por menor en las tablas del Rastro, la Carnicería de la Plaza Mayor y las de las plazas de San Luís, San Ildefonso, Santo Domingo, Antón Martín, en la calle de Alcalá y en alguna otra plazuela. El edificio fue abandonado y pasó a manos particulares, aunque por razones hasta ahora sin aclarar, la matanza de carneros se trasladó al matadero de la Puerta de Toledo”.


El cronista oficial de la Villa de Madrid José del Corral, en su artículo El madrileño barrio de El Rastro en los comienzos del siglo XVII (33) afirma que lo que hoy conocemos como Ribera de Curtidores, en la documentación de la época aparece como calle de Matadero abajo y, que el actual nombre, se debe a las numerosas tenerías (curtidurías de pieles) que allí se instalaron, más de quince. Prosigue enumerando los oficios con las pieles y productos de mataderos, pero añade, en clave de anécdota que el la calle de la Arganzuela estuvo hasta 1623 la llamada “Casa de las Mujeres Enamoradas”, una mancebía, y añade, según afirma como primicia, que en esta Casa del Pecado estaba destinado oficialmente y parece que tenía residencia un Alguacil de Corte, dedicado a vigilar y a impedir pendencias y alborotos.


Casa Matadero de la Puerta de Toledo

“En 1669 el Concejo compró unas casas del Albergue de San Lorenzo (en la actual glorieta de la Puerta de Toledo) a los herederos de Pedro Suárez de Ribera en cuyos solares se construyó un nuevo matadero con fachada secundaria a la desaparecida calle del Matadero. Fue destinado a vacas y carneros, por lo que el del Cerrillo se dejó exclusivamente para cerdos. A este matadero de la Puerta de Toledo se llevaban los toros de las corridas donde eran despellejados y cuya carne se ponía a la venta. Además extramuros existió un corral que servía como pajar y para esquilar y curar las pieles, en el lugar donde se construyó luego la Fábrica de Gas, al otro lado de la Ronda de Toledo. En la plaza del Campillo del Mundo Nuevo se hallaba la Fábrica de Curtidos” (34).


Explica la Memoria del COAM (35), ya citada, que “la historia del edificio de la Casa-Matadero de la Puerta de Toledo puede reconstruirse, con cierta fidelidad aunque con algunas lagunas, gracias a la documentación existente en los fondos del Archivo de Villa de Madrid. El Matadero Nuevo, como también se le llamó, se instaló inicialmente en parte del edificio que antes había ocupado el Hospital de San Lorenzo, junto a la Puerta de Toledo. En la adaptación del edificio intervino el maestro de obras Lorenzo Domingo Joan y fue objeto de reparaciones constantes entre 1626 y 1668”.


Mesonero Romanos, en su descripción del crecimiento de Madrid durante el siglo XVII (36), indica: “Multiplicose extraordinariamente el caserío entre los altos de las Vistillas y el antiguo convento extramuros de San Francisco; convirtiénronse en calles animadas el camino o carrera que a éste guiaba desde la vieja Puerta de Moros, el Humilladero de Ntra. Sra. de Gracia, las tierras y huertas contiguas al camino real de Toledo; siendo necesario colocar la salida de la Latina (que, como ya queda expresado anteriormente, se hallaba entre la plazuela de la Cebada y San Millán), mucho más abajo, y en el mismo sitio próximamente a donde la actual Puerta de Toledo. El Rastro, la dehesa de Arganzuela y la de la Villa, la de la Encomienda de Moratalaz, la Huerta del clérigo Bayo y los rápidos desniveles y barrancos, ventas, tejares y mesones en dirección al Barranco de Lavapiés, se trasformaron en las célebres barriadas de estos nombres.


Por otra parte, hay que tener en cuenta, igualmente, que por las obligaciones de tratar (reciclar) los corambres (cueros y pellejos de los animales sacrificados), recogido en escrituras públicas de finales del siglo XVII, había mataderos municipales en casi todos los pueblos de la jurisdicción territorial de la Villa: Carabanchel de Arriba, Getafe, Alcorcçon, Pinto, Vallecas Vicalvaro, Fuencarral, Hortaleza, La Alameda, Boadilla y Majadahonda (37).


Matadero de cerdos de Saladero

Javier Lucas Domigo (38), reseña que el Matadero del Saladero, matadero de cerdos y saladero de tocinos, fue mandado construir por el rey Carlos III y diseñado en 1768 por el arquitecto Ventura Rodríguez. Estaba ubicado en la plaza de Santa Bárbara, una zona humilde en la que muchos de sus habitantes se dedicaba a la cria de cerdos.


Cerca de sesenta años después, en 1831 un brote de tifus en la Cárcel de la Corte (Palacio de Santa Cruz, actual ubicación del Ministerio de Asuntos Exteriores, en la plaza de la Provincia), obligó a su traslado y el edificio elegido fue el Matadero del Saladero que pasó a denominarse  cárcel del Saladero. Mantuvo esa función de presidio hasta 1884 en que los presos fueron trasladados a la nueva Cárcel Modelo de Madrid (en Moncloa, destruida en 1939 tras la Guerra Civil y en cuyo solar se encuentra el actual Cuartel General del Ejercito del Aire).


Es precisamente un experto en instituciones penitenciarias, Francisco Lastres y Juiz (1848-1918), doctor en Derecho, jurisconsulto, varias veces diputado y senador, miembro de la Academia de Jurisprudencia, el que en un memorándum dirigido a Manuel Silvela (ministro de Estado en aquella fecha) titulado La cárcel de Madrid (39), al ofrecernos datos sobre los antecedentes de la Cárcel de Saladero, proporciona información más precisa sobre el matadero. Según refiere, el terreno escogido por la Real Junta de Abastos para su construcción, frente al convento de Santa Bárbara, “pertenecía, a principios del siglo pasado (el XVIII), a Ruiz Diaz Ángel, arrendador de los almojarifazgos (derechos de aduana) de Sevilla, y por quiebra de éste, se incautó de dicho solar la Real Hacienda, la cual lo vendió al duque de Arcos, que tuvo la idea de hacer un palacio para él y su familia. Pareciendo bueno el sitio para construir el Saladero, la Junta de Abastos consiguió que el duque le cediese el solar por el precio de 84.375 reales vellón en que lo habla subastado, otorgándose la escritura de compra en 1757. (Archivo municipal. Corregimiento 12827.J)”. El proyecto se encargó a D. Ventura Rodríguez, aunque indica Lastres que en el archivo municipal (expedientes con las signaturas 49-29 y 17-13) no figura este nombre y si el del teniente de arquitecto D. Juan Durán, de lo que deduce que el primero sólo proyectó el edificio y el segundo se encargó de la construcción. Y, añade: “el célebre arquitecto comprendió bien el objeto á que debía destinarse el edificio, así es que proyectó una casa muy grande, bien distribuida y de sólida construcción; pero sin belleza en la fachada, ni más luz ni ventilación que la indispensable para conservar fresco el tocino, pues nunca pudo soñar D. Ventura Rodríguez que llegarla un tiempo en que la casa construida para almacenar cerdos muertos, habría de servir para contener hombres vivos”.


El matadero, después cárcel del Saladero, fue derribado en 1885 construyéndose en ese lugar el palacio de los Condes de Guevara, en la actualidad una de las sedes del BBVA.



Siglo XIX


El tránsito del siglo XVIII, de monarquías absolutas, el llamado Antiguo Régimen, al siglo XIX, supuso el nacimiento y consolidación del Estado Liberal. En la visagra, la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas.


En el caso de España, esa transición al Estado Liberal, salvo el paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823), fue más lenta que en el resto de Europa en lo social, lo político, lo económico y también en el propio urbanismo y, por consiguiente en los equipamiento públicos como los mataderos, objeto ahora de nuestro interés.


El caso de las oportunidades de modernización perdidas por la Villa de Madrid durante el reinado de José Bonaparte (1808- 1813), que hubieran correspondido con la modernización de la que disfrutó en resto del continente, han sido estudiadas por Fernando Marías y José Riello, en Un nuevo Madrid para José I Bonaparte: un fracaso histórico y un fracaso historiográfico (40).


Sin entrar en los detalles concretos, basta para este recorrido que pretende sobrevolar el siglo XIX que, clausurados en la década de los 30 los mataderos de Saladero (cerdos) y del Cerrillo del Rastro (carneros), Madrid únicamente contó con el Matadero municipal de la Puerta de Toledo,

muy deficiente, durante toda la décimo novena centuria, y que, además, prolongó su actuación hasta 1928 en que fue definitivamente clausurado tras su traslado al nuevo matadero de Legazpi.


Conviene recordar, y así venía siendo desde tiempos anteriores, que en Madrid estaba regulado como competencia municipal el sacrificio de ganado vacuno y bobino para la venta de su carne al por mayor, pero no así el de cerdos y aves.

La Memoria del COAM destaca que “no existió un régimen de funcionamiento de las casas-matadero hasta que se aprobó el Reglamento de 1840 (41) y (42) .


Al año siguiente el alcalde don José Álvarez y Crespo propuso la rehabilitación del antiguo matadero del Saladero (que no fue posible por estar convertido en cárcel), para evitar los abusos de los particulares y la centralización de todos los servicios de matanza de cerdos. Hasta ese momento el sacrificio de los animales de cerda se llevaba a cabo en dieciocho instituciones particulares: siete alrededor del Rastro, cuatro en el distrito de la Inclusa, uno en el distrito de Congreso y tres en el de Latina. Además existían veinte corrales públicos en las inmediaciones del Rastro, en donde el ganado esperaba antes de la matanza, según los datos aportados por la inspección ordenada a una comisión especial creada para el efecto. El dictamen final fue que los mataderos privados eran antihigiénicos, pequeños, carentes de herramientas y con instalaciones inadecuadas, además en la mayoría de ellos se cometían grandes irregularidades en el peso de la carne” (42).


La prensa madrileña del siglo XIX se ocupaba de la actualidad de los mataderos.


En El Diario de Avisos del 20-09-1837 (43), informa que la Administración General de Limpieza del Ayuntamiento se ha trasladado a su nueva casa en El Rastro (actual plaza del General Vara del Rey), antiguo matadero de carneros. Prueba de que había sido clausurado antes de esa fecha.

..


El Mercado, Diario de Comercio del 04-02-1838 (44), anuncia la salida a concurso público para la construcción de dos líneas de cubiertas en el matadero de vacas inmediato a la Puerta de Toledo.


El Eco del Comercio del 01-10 1841 (45) informa que, para mejoras materiales, se anuncia la subasta para la construcción de un matadero de cerdos que debe edificarse en el mismo lugar que ahora ocupa uno de vacas y carneros en la Puerta de Toledo, lo que hace pensar que se mejoraría el conjunto.

Estas última obras debieron ser muy breves y, quizá, endebles, puesto poco más de dos meses después, en el Diario de Madrid del 08-12-1841 (46) el Ayuntamiento anuncia que están concluidas, así dicen:


“Nuevo matadero de cerdos. Entre las diferentes atenciones que por la ley están con preferencia encomendadas al cuidado del ayuntamiento lo es velar por la salud pública. Entre dichos objetos está comprendido, y muy principalmente, la carne de curso, en cuya salubridad deber es del ayuntamiento ejercer su más benéfica influenciad. El más exquisito celo de los señores regidores encargados de este servicio, se ha hecho muchas y repetidas veces ineficaz por consecuencia de los abusos cometidos en los mataderos particulares (...) el deseo de proporcionar al público su mejor servicio en ramo tan importante, le hicieron ocuparse hace tiempo de la utilidad y conveniencia de habilitar un matadero general de cerdos, en local oportuno con todas las circuns- tancias higiénicas, que estando bajo su inspección inmediata, fuese bastante para cortar los abusos que se observan en estos establecimiento particulares. Designado el corral alto del matadero de vacas y carneros para establecer el de cerdos, formaron los arquitectos de S.E. el oportuno plano, que con el presupuesto de las obras necesarias (...) el ayuntamiento tiene la satisfacción de anunciar al heroico vecindario de esta capital, que en el corral inmediato a la Puerta de Toledo, tiene habilitado dicho matadero de cerdos con todas las reglas higiénicas (...) Madrid 5 de diciembre de 1841. Cipriano María Clemencia, secretario”.


En La Patría (47), un efímero diario que se publicó entre enero 1849 y enero de 1851, órgano de una facción del Partido Moderado conocida como los “puritanos” (favorables a la alianza con los progresistas), es el que hace las críticas más incisivas. Primero como advertencia, en el número de 11-07-1849 (48), indicando al corregidor marqués de Santa Cruz prácticamente que espera que tenga éxito en su pretensión de construir un nuevo matadero, algo, añaden “que el vecindario de madrid le agradecerá”.


Después, pasando ataque directo, en La Patria 15-10-1850 (49), con una mordaz critica firmada por Nicolás Malo:


“La Casa-Matadero de Madrid es un anacronismo, pero un anacronismo repugnante, un hecho práctico que descompone la armonía de la situación general de la Corte, que si bien encontrásemos en ella grandes reformas que practicar, y la comprobación de nuestros anteriores asertos, ningún establecimiento es comparable con el que sirve para preparar el articulo de consumo de mas importancia, como ya dijimos, entre cuantos se emplean en la provisión de Madrid. (...). La estancia dedicada á matadero de las vacas ya se dijo cuan repugnante se presentaba á la vista de cualquiera observador. El resto del edificio corresponde á este local; y así es que el matadero de los carneros se halla concretado á un reducidísimo patio simplemente cubierto por un tejado para preservarse únicamente de la lluvia, pero muy escaso de terreno, y en donde, cual sucede con las vacas, tienen que permanecer acinados los carneros unos junto á otros, colo- cándose varios sobre un mismo gancho. En verano como en el invierno ni quedan preservados completamente de las lluvias, ni la influencia solar puede impedirse sobre las carnes. (...) Muertas las reses y colgadas, después de desolladas y bajado el vientre, así que han permanecido colgadas el tiempo que marca el reglamento. Se descuartizan las vacas y se pasan á dos localidades; á saber, una destinada para estas y otra para los carneros. Ambas localidades son exiguas; la de estos tiene muy escasa ventilación, y en cada gancho hay que colocar agrupadas una porción de reses; lo que dado el hecho de la escasez de sitio y falta de ventilación, envuelve las consecuencias naturales que fácil- mente se conciben”.



Matadero de Madrid en 1847, en el Diccionario de Pascual Madoz

Pascual Madoz e Ibáñez (Pamplona, 17 de mayo de 1806 - Génova, 11 de diciembre de1870) fue un político español, vinculado al Partido Progresista. Ministro de Hacienda durante el bienio progresista, presidiría en 1868 el Consejo de Ministros de España y la Junta Provisional Revolucionaria tras la caída de Isabel II.Es recordado por la desamortización de1855, a la que dio nombre, y por su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (51).


En el volumen X, se recogen distintas referencias al matadero municipal de Madrid de su época. Se refiere en concreto a la etapa en la que fue alcalde-corregidor de Madrid José Moreno Elorza, marqués de Santa Cruz. Según detalla el Diccionario, entre los corregidores-comisarios de apoyo al alcalde había dos con las funciones de control de mataderos y festividades.


A la Casa Matadero municipal deben acudir a matar sus reses todos los que quieran vender carnes muertas, pagando 6 reales por cada vaca, y medio real por cada carnero. En dicho establecimiento está nombrado un administrador principal, un interventor, dos celadores, tres inspectores de reconocimiento de carnes, otros supernumerarios y un escribiente. La matanza comienza a las 5 de la mañana en verano, a las 6 en invierno y, por la tarde a las 2 en todo tiempo.


Los ingresos por mataderos en 1847 fueron 193.000 reales. En dicho ejercicio se sacrificaron en Madrid 11.638 vacas y bueyes y 456.928 carneros. De estos carneros 10.090 estuvieron destinados a hospitales y hospicios que no pagaban arbitrios. En los hospitales de Madrid se consumían 28 carneros diarios (640 libras de carne).


La remodelación se intenta, pero no se puede

Se aprobó una remodelación del Matadero de Puerta de Toledo de Juan José Sánchez Pescador, arquitecto mayor de Obras de la Villa, basada en pabellones independientes y la compra de nuevos solares por Real Orden de 1852, pero según advierte la Memoria del COAM , nunca se completó y quedo reducido a casi la mitad. Por otra parte, el mercado de ganados en 1869 se encontraba fuera de la Puerta de Toledo, e implicaba un tránsito continuo de ganado por ese punto.


Para finales de siglo, en 1899, toma forma la idea de trasladar el matadero de Puerta de Toledo a la Dehesa de la Arganzuela y construir allí una instalaciones modernas y suficientes, convo- cando a tal efecto un concurso. “El ganador fue Joaquín Saldaña que presentó un proyecto con una composición simétrica a base de pabellones independientes relacionados por calles paralelas al paseo de Chopera. En el eje central compositivo se situaban los edificios adminis- trativos, bolsa y restaurante, disponiendo a la derecha el mercado de abastos y a la izquierda el mercado de trabajo” (50 - 52).




Siglo XX


La consolidación de Estado Liberal en España a lo largo del siglo XIX, tuvo su inicio en la Constitución de Cádiz de 1812 y, por oposición a lo que ocurría en el Antiguo Régimen, hacer a todos los ciudadanos iguales ante la ley. El artículo 258 de aquella norma marco ordenaba que “el Código civil y criminal serán unos mismos para toda la Monarquía”. En este sentido, seguían la estela de los códigos napoleónicos que desde 1804 y en sólo seis años habían unificado todo el derecho francés en materia civil, de comercio, instrucción criminal y penal.


En la primera ocasión en la que los liberales ocuparon el poder en nuestro país, Trienio 1820-1823, aplicando la Constitución de 1812, consiguieron llegar a aprobar en 1822 un Código Penal, quedando el resto en proyectos y llegó a tratarse, incluso, un posible Código Sanitario con intentos divergentes por parte del Gobierno y las Cortes, según señala Carlos Petit (53).


El proyecto de Código Sanitario se plamó como norma en la Ley Orgánica de Sanidad de 28 de noviembre de 1855. Lo más destacado, lo que nos interesa desde la perspectiva de los mataderos municipales, es que esta Ley crea una autoridad nacional máxima, la Dirección General de Sanidad a nivel central, con un segundo escalón en la cúspide de cada provincia, siendo jefes de Sanidad los respectivos gobernadores civiles y, con un tercer nivel de mando a nivel de local que serán los alcaldes. Toda una escala jerárquica dependiente del ministro de la Gobernación. Algo que se puede entender por las funciones de policía que se asignaban a la sanidad desde el punto de vista colectivo, es decir, no individual. La misión de esta estructura era controlar epidemias y pestes, establecer cuarentenas, controlar la salubridad de aguas, y abastos (en los que se incluyen las carnes) y vigilar enterramientos y cementerios.


Ese es el marco, también en la Villa de Madrid, en el que a pesar de las presiones de empresarios por liberalizar el mercado de la carne, con esa visión más general de control de la salud pública, y a pesar de las dificultades económicas casi permanentes, los ayuntamientos avanzan a lo largo de toda la centuria, en la consolidación y mejora de los mataderos.


Acabamos de comentar, como a los largo del XIX, el Ayuntamiento de Madrid intenta mejorar y ampliar el matadero municipal de la Puerta de Toledo, algo que sólo consigue a una pequeña escala y como, en el fin siglo, en 1899, convoca un concurso para hacer un nuevo, moderno y suficiente matadero en la Dehesa de la Arganzuela.


Asimismo nos hemos referido a que el ganador de dicho concurso, el arquitecto Joaquín Saldaña, no pudo llevarlo a cabo por falta de presupuesto.

Señala el profesor Miguel Lasso de la Vega (54), gerente de la Fundación Arquitectura COAM, que “el consistorio acabó por dejar sin efecto el concurso público y olvidarse del mismo, suscitándose una gran polémica y varios recursos judiciales por incumplimiento de contrato, mientras que, en el mes de julio de 1907, encargaba directamente al arquitecto de Propiedades de la Villa, Luis Bellido y González, la realización de un más ambicioso complejo, que comprendía los mataderos y el mercado de ganado. Se basada, ademas, esta petición en la obligación que el municipio había contraído con el Estado de construir o reformar su matadero, según Real Decreto de 6 de abril de 1905, que ampliaba la Instrucción General de Sanidad del año anterior y tenía carácter regulatorio”.


La ubicación escogida presentaba algunas dificultades para la instalación de un complejo industrial de las dimensiones que se pretendían. Carlos Osorio en El Madrid olvidado (55) destaca que “previamente el Ayuntamiento debía afrontar la canalización del Manzanares y la creación de colectores que mejorasen las malas condiciones higiénicas que había por entonces en la Dehesa de la Arganzuela”.


Tras viajar por Alemania y Bélgica para documentar los adelantos que en materia de mataderos habían innovado esos países, Luis Bellido en 1911 comienza la construcción, con la participación del ingeniero José Eugenio Ribera, de este complejo, que no se inauguraría hasta 1924. Los edificios fueron agrupados en cinco sectores de producción, dirección y administración, matadero, mercado de abastos, mercado de trabajo y sección sanitaria, que contaban además con viviendas para el personal, capilla, etc. y sistema de circulaciones y ferrocarril propios; siguiendo el sistema alemán de pabellones aislados, relacionados por medio de viales y presididos por un edificio administrativo, la Casa del Reloj situado sobre el eje principal de la composición. Un conjunto de 48 edificios y 165.415 metros cuadrados (56), en el que se incluyeron todos los adelantos técnicos del momento en cuanto a cámaras frigoríficas y fábrica de hielo, maquinas, calderas, laboratorio veterinario, pabellones funcionales y luminosos, salas de despiece con monorraíles suspendidos y automatizados para el movimiento de las piezas, salas ventiladas para el oreo y vía férrea para el embarque y desembarque de las reses, multitud de establos bien clasificados, etc. El lugar más cómodo y socialmente más representativo era el de Exposición y Venta al que no le faltaba una cafetería para facilitar los tratos. (57).


“Las naves de degüello constituyen un conjunto de cinco edificios paralelos situados en la parte meridional del recinto (matadero). Se disponían de forma paralela al Pabellón de Servicios Generales y estaban dedicadas a la matanza (o degüello) de los diversos tipos de ganados. Su posición relativa al resto de edificios del matadero es céntrica, ya que delante de ellas se encontraban ubicadas las naves de oreo, los colgaderos y las cámaras frigoríficas, y tras ellas las naves de estabulación, exposición y venta (de ganado lanar y porcino). Las naves, de derecha a izquierda (mirando desde el Paseo de la Chopera), son: vacuno (dos nave de idéntico tamaño), de degüello de terneras (la más pequeña, con 830 m2), de lanar (1653 m2) y de cerdos (la mayor, con 2318 m2). Entre las dos naves de sacrificio de ganado vacuno y la de terneras se dejó un espacio libre para futuras ampliaciones. Este espacio nunca se empleó y quedó como una especie de plaza interior. Se denomina, desde la rehabilitación del Matadero Municipal en espacio cultural, como Plaza Matadero. El ritmo medio de matanzas era de 400 o 500 cabezas diarias de ganado vacuno. El ritmo de lanar alcanzaba el de 5.000 cabezas” (58).


En un reciente análisis sobre la obra de Bellido en el Matadero de Madrid, Justo Barranco, redactor de cultura del diario La Vanguardia (59),, señalaba: “el Matadero madrileño, inspirado en los modernos mataderos alemanes, que él construye con calles, plazas y espacios representativos, entradas de proporcionada monumentalidad, vías de ferrocarril o depósito de agua. Una diversidad que fue banco de pruebas para su búsqueda de una regeneración en la arquitectura basada en que la estructura correspondiera con la función, en la racionalidad constructiva y en la adecuación con el medio ambiente y sus condiciones climáticas. Así, incorpora la luz natural como materia constructiva y apuesta por la revolución de los nuevos materiales, el higienismo, la durabilidad, la economía de los procesos de producción y la sostenibilidad de lo construido: un auténtico funcionalismo espiritual, como señaló Gutiérrez Soto, su sucesor en la Academia de Bellas Artes”.


Tras la Guerra Civil, el Matadero municipal de Madrid tuvo algunos usos esporádicos que no respondían a su finalidad. Adoración Martínez Aranda, de la Universidad de Salamanca, ha reflejado que “en el duro invierno de 1941, tras la orden del Gobernador Civil Primo de Rivera de retirar a todos los mendigos de las calles de la capital, cientos de ellos acabaron pereciendo de hambre y frío en las naves del Matadero” (60)


A partir de la década de los 70 decae la actividad y las instalaciones empiezan a quedar obsoletas. Progresivamente el Ayuntamiento de Madrid va otorgando otros usos, empezando por la Casa del Reloj , antigua administración del matadero, que pasa a ser la sede dela Junta Municipal del Distrito de Arganzuela.


El matadero municipal de Legazpi se mantuvo activo hasta el 2 de enero de 1996, fecha en la que el Ayuntamiento de Madrid decidió su cierre por no poder adaptarse a la directivas comunitarias de higiene (61).




MADRID INDUSTRIAL DEL SUR


Las cercas, los viajes del agua, las posesiones reales y el río


La relación entre la construcción de la ciudad en torno a la presencia de un río ha sido una constante histórica la mayoría de las ocasiones., y así ha ocurrido desde el Neolítico con el origen de las civilizaciones: culturas mesopotámicas en las orillas del Tigris y el Eufrates, la egipcia en la ribera del Nilo, india en las orillas de Indus y china en los márgenes los ríos Yangtsé y Huang- He. Más próximas,“numerosas capitales nacionales y regionales de Europa han crecido cerca de un río o se han ensanchado en sus márgenes: París y el río Sena, Roma y el Tíber, Londres y el Támesis, Viena y el Danubio, Lyon y el Ródano y el Saona, Varsovia y el Vístula, Zaragoza y el Ebro o Sevilla y el Guadalquivir son ejemplos paradigmáticos” (62).


En caso de Madrid no ha sido así por varías razones. La primera, es que en su fundación por los árabes en el siglo IX, se lleva a cabo como un baluarte defensivo de la Marca Media, la antigua calzada romana que une Toledo y Medinaceli. (63). El río Manzanares quedaba muy por debajo del promontorio en el que se construye el Alcazar, un río que queda extramuros de la muralla árabe del siglo IX, de la muralla cristiana mandada construir por Alfonso VI de Castilla en el siglo XII, de la cerca del Arrabal de 1438, de la de Felipe II de 1566 y de la de Felipe IV de 1625 (64). Murallas primero defensivas y cercas, cerramientos de la ciudad, la primera de 1438 por motivos estrictamente sanitarios, evitar la propagación de una peste y, las dos siguientes, las de Felipe II y Felipe IV, por razones también sanitarias y, fundamentalmente, arancelarias, en cada una de las puertas y portillos todas las mercancías que entraban en la Villa debían pagar un canon. La última cerca, la de Felipe IV se derribó en 1868. Madrid había quedado comprimido.


El nombre árabe de Madrid es “Mayrit” que significa rico en agua. Esta es la siguiente disociación entre Madrid y su río, ya que dentro del recinto cercado se contaba con suficiente agua gracias una una ingeniería iniciada en el período árabe conocido como qanats (viajes del agua), un sistema se utilizó durante más de mil años antes de ser desechado con la llegada de la revolución industrial. Pertenece a un patrimonio hidráulico procedente de la antigua Persia. Su infraestructura aprovecha los acuíferos en lugar de las aguas superficiales. Este mismo año, entre el 29 de febrero y el 26 de mayo, la Casa Árabe de Madrid, en colaboración con la Casa Velázquez y con el apoyo del Instituto Francés organizó una exposición de la artista Sara Kamalvand, dedicada a los viajes del agua de Madrid (65).


La técnica constructiva de los viajes de agua, explican en la Web del Ayuntamiento de Madrid, (66): “se basaba en la excavación de minas verticales para la captación del agua acumulada en el nivel freático, y galerías de conducción y distribución, a través de los niveles arenosos del subsuelo. Estas minas quedaban sin vestir dependiendo de su compactación, aunque en la mayoría de casos se acabaron revistiendo con muros y bóveda de cañón, construidos con ladrillo macizo y mortero de cal. Las galerías acumulaban un descenso en pendiente del 1% para facilitar el curso del agua. Al interior, sus dimensiones eran lo bastante amplias como para permitir el tránsito humano (0,70 metros de anchura; y entre 1,80-2,00 metros en altura)”. Hacía en año 1700 están constatados los viajes de agua de Abroñigal alto y bajo, Alcubilla, Amaniel, Fuente del Berro, Castellana y Fuente de la Salud.


El último motivo por el que durante siglos Madrid no se desarrolló en torno a su río lo encontramos en el hecho de que sus márgenes eran, en gran medida, posesiones reales.


La Villa de Madrid hizo donación a Enrique III de Castilla (1379-1406) de la dehesa y monte viejo de El Pardo. En 1442, su hijo, el rey Juan II (1405-1454) extendió una cédula por la que inscribía a Madrid en el mayorazgo de la Corona de Castilla; es decir, de su propiedad “es mi merced e voluntad (...) que la dicha villa (...) e sus tierras e aldeas e términos figuren e queden de mi dominio”. Enrique IV de Castilla (1425-1474) fundó a orillas del Manzanares el monasterio de San Jerónimo el Real. Dada la insalubridad de la zona, Isabel I, la Católica (1451-1504), trasladó dicho monasterio a su ubicación actual junto al paseo del Prado.


Felipe II, el rey que determinó la capitalidad de Madrid en 1561, siendo todavía príncipe, compro las huertas entre el Alcazar y el Puente de la Segoviana y, en 1562 adquirió los terrenos de don Fadrique de Vargas (la Casa de Campo) poseyendo así en ese tramo ambas riberas del Río donde construyó un jardín renacentista y un pequeño zoo (67). Felipe III encargó al arquitecto Gómez de Mora la reforma del palacete y los jardines que había construido su padre en la Casa de Campo y fomentó su explotación, agrícola y ganadera (...)


El primer monarca de la dinastía Borbón, Felipe V, remodeló los jardines al gusto versallesco, Fernnando VI quintuplicó el espacio de Real Bosque con sucesivas compras de terrenos (...) y Carlos III renovó caminos y canales y edifico una faisanera para la cria de faisanes. Recordemos, por otra parte, que este monarca también puso a disposición del Real Canal del Manzanares la Dehesa de la Arganzuela. (...) Ya en el siglo XIX, en tiempos de la regente María Cristina de Borbón se proyectó construir un barrio dentro de la Casa de Campo, pero no llegó a ejecutarse (...). Durante el reinado de Alfonso XII se organizaron numerosas cacerías y Alfonso XIII practicaba la equitación y permite entrar a grupos como los Boy-Scouts.


Finalmente el Gobierno de la II República cede este antiguo real sitio al pueblo de Madrid representado por su alcalde Pedro Rico (68) y (69).

La consecuencia de las cercas, los viajes del agua y las posesiones reales junto al río, es que la expansión extramuros de Madrid se categoriza socialmente y, en la zona sur, al ámbito de la Dehesa de la Arganzuela, le corresponde el segmento más deprimido.



Arganzuela, la prolongación de Madrid hacía el río


El territorio del distrito de Arganzuela es la prolongación natural hacia el sus de la histórica Villa de Madrid.


El tridente

En el siglo XVIII, el rey Carlos III, del que ya hemos comentado su actuación con respecto al Real Canal del Manzanares, también dio continuidad al proyecto de su hermanastro y antecesor, Fernando VI, de dotar a la zona sur de amplios paseos arbolados que descendieran desde las puertas de la Cerca hacia el río.


Dichos caminos parten de la Glorieta de Atocha y inician su recorrido como paseo de las Delicias, paseo de Santa Maria de la Cabeza y Ronda de Atocha. Estas tres calles defienden el siglo XVIII mediante su similitud con un tridente (trívium) y se basa en modelos del mismo tipo de urbanismo ya utilizados en la Pieza del Popolo, de Roma, y en el Jardín de Versalles, Paris.


La historiadora del arte Ana Pulido, advierte que “el tridente madrileño no es un elemento ordenador de la trama urbana, como en Roma, ni estructurador del jardín, como en Versalles, sino que se extiende a través de una zona periférica, entre la ciudad y el Manzanares. La originalidad del trazado madrileño radica en que el tridente organiza un espacio rural periurbano y está destinado al paseo y la perspectiva en un ámbito de recreo y esparcimiento públicos. El plano de Tomás López nos ofrece una magnífica imagen en donde refleja a la perfección la intersección de estos dos grandes triángulos” (70).


Plan Castro

En la Memoria de la Industria en el Sur de Madrid, la catedrática de la UNED María Dolores Antigüedad del Castillo Olivares y sus colaboradores (71), señalan que “el crecimiento de la ciudad y el avance tecnológico, con la llegada del ferrocarril, hizo que aquel paraje semirural se convirtiera en la zona de expansión y ensanche por excelencia. En 1857 el arquitecto e ingeniero Carlos María de Castro recibió el encargo de realizar un estudio de proyecto de ensanche de la capital y dos años más tarde presentaba el Anteproyecto de Ensanche de Madrid, propuesta que se aprobaría mediante Real Decreto de 19 de junio de 1860 (...) El arquitecto planteaba un ensanche que conservaba en su zona sur el tridente proyectado durante el reinado de Carlos III, una serie de paseos que respetaban las grandes plantaciones de árboles existentes desde casi un siglo antes en un intento de hacer perdurar el paisaje dieciochesco. Los nombres de las calles son testimonios claros del antiguo carácter paisajista de la zona: Pontones, Ocho Hilos, Chopera, Acacias, Delicias, etc”.


“El viejo tridente de Carlos III -prosiguen- va a servir para albergar un barrio que, en el pensamiento de Castro, estaba destinado en gran medida a equipamientos industriales y viviendas para obreros, destino que exigía además hospitales, hospicios, cárceles, cuarteles y otras construcciones de servicios, entre las que cabe destacar mercados y mataderos.


Los tendidos ferroviarios, que desde 1851 hacían de esta zona de Madrid la gran puerta de entrada desde el sur, ayudarán a consolidar su expansión como barrio industrial al proporcionar muelles de carga, apartaderos, fábricas, almacenes y demás. Así pues, la idea primigenia de realizar un barrio semirural va a dar paso a una zona eminentemente fabril e industrial”. (...) Y concluyen, “esta evolución urbana se inició en 1851 con la construcción de la estación de Atocha y, dos años después, con la del Norte; entre una y otra se edificaron estaciones secundarias y apeaderos, Delicias (1880), Peñuelas, Paseo Imperial que recorrían el trayecto entre una y otra terminal. A lo largo del tendido ferroviario los solares disponibles del primitivo trazado de ensanche fueron ocupados por la industria, así como por los servicios de aprovisionamiento y almacenaje de Madrid, además de acoger el alojamiento de la masa obrera y fabril que trabajaba en la zona”.


Destaca Ma Eulalia Ruiz, experta en ordenación y transformaciones urbanas en Madrid durante los siglos XIX y XX (72), que “el sector de Arganzuela por su topografía y el condicionamiento que suponía el trazado del ferrocarril (estaciones y vía de circunvalación) irá configurándose como una zona industrial y de almacenaje. En principio se distinguen los barrios de Peñuelas y de Delicias, en los que hay un uso mixto residencial e industrial, matizándose para el primero en establecimientos químicos, textiles, papel y harinas, que en los dos últimos casos eran importantes industrias, y para el segundo en empresas metálicas, de cerámica, vidrio, etc. En el Camino de Yeserías, luego Méndez Alvaro, como su nombre indica, hubo en un primer momento una serie de yeserías en los terrenos donde luego se fueron asentando industrias de la construcción, de maderas, químicas, y ya en el siglo xx especialmente metálicas. En la zona más meridional, junto a los usos agrícolas, se explotaban algunos tejares y yeserías”.


Miseria e insalubridad

Esta zona de Madrid, las barriadas situadas en el sur del casco antiguo, desde el punto de vista médico-social, apunta Luis Díaz Simón en su tesis doctoral (73), presentaban una altísima mortalidad, igual o superior a 43 defunciones por cada mil habitantes, mientras que la mortalidad es mínima en el núcleo central, Puerta del Sol y los radios en su periferia que rodean la ciudad vieja, con tasas de mortalidad entre el 9 y el 14 por mil. “El predominio de la población residente en la barriadas populares, donde la pobreza y la insalubridad, se hallaban generalizadas, condicionaban en gran medida el estado de salud de sus habitantes y les predisponían a una muerte prematura”, apostilla Díaz Simón.


Ahora bien, la manera más adecuada de aproximarnos al conocimiento de las durísimas condiciones de vida a principios del siglo XX en esta zona de Arganzuela, la encontramos en la literatura. Recomendamos, en ese sentido la novela La busca, de Pío Baroja (74), considerada como una radiografía del Madrid suburbial en el tránsito del siglo XIX al XX. La busca, apareció por entregas en el diario El Globo, entre el 4 de marzo y el 29 de mayo de 1903, con un total de 59 capítulos. La busca es la primera de las novelas de la trilogía La lucha por la vida (el título de la trilogía procede de El origen de las especies de Darwin), las dos siguientes novelas son Mala hierba y Aurora roja.


En La busca, Pío Baroja cuenta las andanzas de Manuel Alcazar, un joven de provincias que viene a trabajar a Madrid, aprendiz en un taller de zapatería allí conoce a Leandro y a Vidal. Los tres emprenden una vida de golfería en los barrios más miserables. Recogemos algunas de las descripciones de la novela, (en negrita las localizaciones relacionadas con Arganzuela) :


(...) Casa del Cabrero. Llamaban así a un grupo de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. En aquella hora de calor, a la sombra, dormían como aletargados, tendidos en el suelo, hombres y mujeres medio desnudos. Algunas mujeres en camisa, acurrucadas y en corro de cuatro o cinco, fumaban el mismo cigarro, pasándoselo una a otra y dándole cada una su chupada. (...) Salieron los Piratas de la Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de Yeserías.

Se acercaron al Depósito de cadáveres, un pabellón blanco próximo al río, colocado al comienzo de la Dehesa del Canal. Le dieron vuelta por si veían por las ventanas algún muerto, pero las ventanas estaban cerradas.

Siguieron andando por la orilla del Manzanares, entre los pinos torcidos de la Dehesa. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua negra y de charcos encima del barro.

Al final de la Dehesa de la Arganzuela, frente a un solar espacioso y grande, limitado por una valla hecha con latas de petróleo, extendidas y clavadas en postes, se detuvo la cuadrilla a contemplar el solar, cuya área extensa la ocupaban carros de riego, barrederas mecánicas, bombas de extraer pozos negros, montones de escobas y otra porción de menesteres y utensilios de la limpieza urbana.(...) Del paseo del Canal, atravesando un campo de rastrojo, entraron todos por una callejuela en la plaza de las Peñuelas; luego, por otra calle en cuesta, subieron al paseo de las Acacias. (...)

Por el puente de Toledo pasaba una procesión de mendigos y mendigas, a cual más desastrados y sucios. Salía gente, para formar aquella procesión del harapo, de las Cambroneras y de las Injurias; llegaban del paseo Imperial y de los Ocho Hilos; y ya, en filas apretadas, entraban por el puente de Toledo y seguían por el camino alto de San Isidro a detenerse ante una casa roja (...)

ba un mozo con una piara al matadero (Matadero de la Puerta de Toledo), cuando se conoce que murió el animal; el mozo lo dejó allá, y Juan el Burra y el Arenero lo arrastraron hasta su casa, lo descuartizaron y hemos comido cerdo sus amigos durante más de una semana. ¡Si te digo que es una vida de chipendi! (...) Salieron los tres a la glorieta del puente de Toledo; allí cerca tomaron una copa, en el cajón del Garatusa, licenciado de presidio, protector de descuideros, no sin interés y su cuenta, y luego, por el paseo de los Ocho Hilos, salieron a la ronda de Toledo. (...)

Como domingo, los alrededores del Rastro rebosaban gente. A lo largo de la tapia de las grandiosas Américas, en el espacio comprendido entre el Matadero y la Escuela de Veterinaria, una larga fila de vendedores ambulantes establecía sus reales. (...)

(...) Otro de los medios de subsistencia de la Sociedad era la caza del gato. El Bizco, que no atesoraba ningún talento, su cabeza, según frase de Vidal, era un melón calado, poseía, en cambio, uno

grandísimo para coger gatos. Con un saco y una vara se las arreglaba admira- blemente. Bicho que veía, a los pocos instantes había caído. Los socios no distinguían de gato flaco o tísico, ni de gata embarazada; todos los que caían se devoraban con idéntico apetito. Se vendían las pieles en el Rastro; el tabernero del Pico del Pañuelo fiaba el vino y el pan, cuando no había fondos con qué pagarlos, y la Sociedad se entregaba al sardanapalesco festín... (...)


*. Como excelente síntesis sobre la industria- lización en Madrid, recomendamos el artículo de Carlos J. Pardo Abad. El patrimonio industrial urbano de Madrid. Revista Urbano. Vol 10. No 15. 2007. Págs 53-63. Analiza la trascendencia del patrimonio industrial de la ciudad desde un punto de vista geográfico y, a la vez, histórico, en el que se expone la evolución de la industrialización madrileña desde el siglo XIX hasta el momento actual, incluyéndose también las fundaciones de las manufacturas reales de tipo preindustrial del siglo XVIII. Accesible en: https://dialnet.unirioja.es/ servlet/articulo?codigo=5231994




Casas baratas, la colonia del Pico del Pañuelo para trabajadores del Matadero de Madrid


El proceso industrialización de la la segunda mitad del siglo XIX, aunque Madrid tuviera un retraso estructural con respecto al desarrollo más acelerado de Cataluña y Vizcaya, tuvo dede el punto de vista de las viviendas de los trabajadores las mismas consecuencias. Población inmigrante que acude del campo las ciudades en busca de mejores oportunidades, y tiene que asentarse en viviendas pequeñas, hacinadas y sobre todo insalubres.


Necesidad de casas baratas


Aunque la filosofía del Estado liberal es desentenderse de toda problemática individual, la magnitud del problema, desde el punto de vista social y también del sanitario, junto a las primeras protestas de las organizaciones obreras incipientes de anarquistas y socialistas, hacen del tema de la vivienda uno de los vértices de la que viene en denominarse “cuestión social”, en la que también se incluyen los problemas derivados de la enfermedad, los accidentes de los trabajadores, las pensiones por invalidez o jubilación.


El Alemania y Reino Unido ya se estaban articulando iniciativas de seguros sociales.


En España, no para dar soluciones en aquel momento, pero sí para mostrar que la clase dirigente se preocupaba por el tema, el 5 de diciembre de 1883, el ministro de la Gobernación Segismundo Moret firmaba un real decreto, cuya exposición de motivos comienza diciendo: “Las frecuentes agitaciones políticas engendradas por nuestra laboriosa reorganización, no han consentido que los Gobiernos pusieran su cuidado en aquellas cuestiones llamadas sociales, y que preocupan a todos los países y que conmueven, ya no poco, a nuestra patria”. (75), para concretar, más adelante, que se crea una comisión de estudio de las cuestiones que interesan al bienestar de las clases obreras y que afecten a las relaciones entre el capital y el

trabajo. Es el nacimiento de la Comisión de Reformas Sociales.


La Comisión cita ponentes de todos los ámbitos.. Varios comparecientes del PSOE, entre los que se encontraban algunos de sus fundadores: Pablo Iglesias, Antonio García Quejido y Jaime Vera, rechazaron el objetivo de la propia Comisión y, desde óptica marxista ortodoxa, advirtieron que no existe solución ninguna para la clase trabajadora mientras no consiga su emancipación del capitalismo (76).


Otros testimonios ante la Comisión referidos específicamente al problemas de la vivienda, según lo documentado por Antonio Buj (77), reflejan la situación de penurias: Monlau (experto en higiene pública) “al hablar de las habitaciones de los jornaleros, denuncia que son poco higiénicas y situadas en calles insalubres. Las soluciones que propone son: descentralizar la industria, llevándola a pequeñas localidades rurales, formar socorros mutuos, y crear una asistencia médica y farmacéutica gratuita”. “Francisco Méndez Alvaro, representante de la ideología médica conservadora, denuncia la condición de la vivienda proletaria. Para ello, pone en cuestión la calidad de los materiales con que se edifica, sobre todo en Madrid, y escribe en tono crítico sobre el hacinamiento de las familias obreras en habitaciones mezquinas, tristes e insalubres”.


La Comisión boicoteada desde el movimiento obrero y no dotada de fondos no fue operativa. No obstante, supuso un punto de inflexión en la intervención del Estado en cuestiones sociales y, eso sí, dio paso a la creación del Instituto de Reformas Sociales en 1903 y del Instituto Nacional de Previsión (INP) en 1908, que representan la institucionalización de medidas de protección social.


El abordaje del problema de la vivienda tuvo algunos antecedentes a la propia Comisión de Reformas Sociales, por la vía de la caridad cristiana. El 28 de abril de 1875, en una reunión  en el Ayuntamiento de Madrid presidida por el Conde de Toreno, a la sazón alcalde, se constituye la Constructora Benéfica, primera asociación humanitaria constituida en España para proporcionar viviendas económicas e higiénicas a la clase modesta y obrera. Se trataba de una asociación de caridad, no repartía dividendos, ni pagaba sueldos, La idea había partido de Concepción Arenal y la condesa de Espoz y Mina (baluartes del catolicismo social), para dar aplicación benéfica a una donación a favor de trabajadores españoles que una condesa austriaca había entregado al embajador español en París Salustiano Olózaga. Para finales del siglo XIX había construido 71 viviendas los barrios de Pacífico Bellas Vistas (Cuatro Caminos) y La Latina (78).


Por Real Decreto de 23 de abril de 1903 se creó el Instituto de Reformas Sociales, cuyo objetivo esencial es preparar  legislación que proteja a los trabajadores y cuidar su ejecución. En el tema de la vivienda popular desplegó sus actividad en fomento, inspección y servicio público. Lentamente, trabajos iniciados en 1906 culminan en 1911 en la primera Ley de habitaciones higiénicas y baratas que sería modificada en 1921 por la Ley de casas baratas. Entre otras medidas de fomento se contempla un amplio marco de exenciones tributarias, de derechos reales en la venta o en la adquisición de solares para edificar, junto a subvenciones económicas a particulares o entidades constructoras de casas baratas, pudiendo las Cajas de Ahorro y el Banco Hipotecario destinar parte de sus fondos a financiar la constitución de hipotecas, etc. Con la Dictadura de Primo de Rivera en Instituto de Reformas Sociales desapareció como tal y sus funciones quedaron integrado en el Ministerio de Trabajo en 1924 (79). Ese mismo año se aprobó un real decreto sobre casas baratas que no modificaba sustancialmente las condiciones de la Ley de 1921.


Ese marco legal propició que durante las segunda y tercera década del siglo XX se acometieran distintas promociones de viviendas baratas para trabajadores en toda España. En el caso concreto de Madrid se desarrollaron hasta 65, entre ellas las colonias Alfonso XII, Bellas Vistas, Ciudad Jardín, Itrube, Prosperidad, La Regalada,... (79) y, también, la conocida como Pico del Pañuelo en el tríangulo formado por el paseo de las Delicias, el de la Chopera y la calle Burgo de Osma.


Colonia Pico del Pañuelo

Pio Baroja, acabamos de comentarlo, ya cita el Pico del Pañuelo como un lugar de infraviviendas de Arganzuela en su novela La busca de 1903. 


Publicada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madres (COAM), disponemos de una magnífica memoria de Amaia Mateos y Tomas Villanueva titulada Análisis constructivo y estructural del la colonia Pico del Pañuelo (Arganzuela, Madrid - 1927) (81) que utilizamos como fuente para las siguientes descripciones.


Dentro de Ensanche de Madrid Sur conocido con Plan Castro, estaba prevista la actuación urbanística en el triángulo del Pico del Pañuelo que, se encontraba frente al nuevo matadero municipal cuya primeras instalaciones se inauguraron en 1924. Con destino a vivienda para sus trabajadores, allí se proyectó en 1927 una colonia de casas baratas que sería construida por la Sociedad Constructora y Beneficiaria de Casas Baratas, que se planteo que serían en su totalidad en régimen de alquiler.


El arquitecto que se designó para llevar a cabo el proyecto fue Fernando de Escondrillas, arquitecto de la Oficina Técnica Municipal , que también estaba desarrollando proyectos de casas baratas en la Colonia La Regalada (Retiro) y Primo de Rivera (Chamartin). En el caso del Pico del Pañuelo, Escondrillas renuncia al sistema de hotelitos unifamiliares de las otras colonias y, para mayor aprovechamiento del espacio, proyecta edificaciones en altura. Entre 1928 y 1929 se construyeron 74 edificios con 1.585 viviendas. Todos los edificios contaban con planta baja, tres alturas y ático (en nomenclatura de aquella época: planta baja, principal, primera, segunda y planta de áticos). En la manzana se generaron cinco tipos distintos de “casas” o edificios, para dar solución a la ordenación del solar triangular.



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blog/dehesa-origen-del-nombre-b783.html Este autor explica que hasta el año 924 no aparece la palabra “dehesa”, con el significado de tierra destinada a pastos, aunque el término no definía si es propiedad común o privada.


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