Compilación de las E-Revistas de AMYTS 240 a 242.
“Secretos inconfesables”
El poder y sus arrabales comparten la
cultura del secreto. Antes de que la
humanidad entrase en la historia, el
secreto del fuego constituyó una de las
claves del dilatado y desconocido
Paleolítico. Cuando paulatinamente
entramos en la historia de la mano de
la escritura, el secreto de la fabricación
del hierro dibujó los primeros
imperios. Después, siempre ha sido
igual: Ocultación, manejo de
información privilegiada, secretos y
más secretos han acompañado a los
que han ejercido el poder. No
obstante, dentro de la idea occidental
de democracia e igualdad de todos los
hombres y mujeres, la presencia de
s e c r e t o s r e s u l t a m o r a l m e n t e
repugnante y desde el punto de
vista de los derechos civiles
a b s o l u t a m e n t e
inaceptable. No es de
recibo, por ejemplo, que
una Administración que
maneja recursos públicos no
rinda cuentas de sus actos de
gestión. En nuestra sociedad,
la falta de transparencia, la
ocultación al conocimiento
público de cualquier tipo de
actuación por parte de un poder
que emana directamente de la
voluntad popular, provoca
tensiones y da lugar a hipótesis y
e s p e c u l a c i o n e s q u e c r e a n
confusión y restan credibilidad a
quien, por ejercer un poder
democráticamente legítimo, debería
ostentar el liderazgo moral.
Estas consideraciones, entendemos,
son la base de la convivencia
democrática. Pero…
En ocasiones, los secretos son tan
inconfesables que se generan maniobras
de distracción para disimular su
existencia. Esta semana hemos asistido, en
el ámbito sanitario de la Comunidad de
Madrid, al anuncio de la convocatoria de
19.700 plazas de personal fijo para paliar ese mismo número de
plazas actualmente en condiciones de precariedad, en el caso de
los médicos uno de cada tres. Un buena noticia sin duda en una
primera lectura lineal. Desde AMYTS, Julián Ezquerra, su
secretario general, ha advertido, no obstante, dos cuestiones que
no pueden caer en saco roto.
Una, la necesidad de convocar un concurso de traslados previo a
la OPE, hace 16 años que no se celebra ninguno y los profesionales tienen derecho a ajustar
sus destinos a sus preferencias o
condiciones de vida.
Dos, la que más nos importa desde la
perspectiva del secreto inconfesable
que pensamos se quiere disimular,
Ezquerra ha apuntado que cuando
termine todo el proceso de esta macro
OPE, la tasa de jubilaciones habrá
generado entre un 15 y un 20% de
interinidades, que sumadas a la
situación de los que por una u otras
razones no hayan podido opositar,
supondrá que nos encontraremos,
nuevamente, con una tasa de
precariedad laboral muy similar a la
actual. Es algo que a los responsables
políticos de la Administración actual
les importa poco. Por una parte y de
cara a la próximas elecciones, en 2018
o a lo sumo en 2019, ya se han apuntado un tanto del
que esperan obtener réditos. De otra, su secreto
inconfesable se mantendrá bien guardado.
¿Qué secreto es ese? Para aproximar nos,
recomendamos un acercamiento a la obra “Estado de
inseguridad. Gobernar la precariedad”, de la politóloga
alemana Isabell Lerye, accesible en español en
Traficantes de Sueños. Lo que viene a explicar
y nuestros gobernantes niegan, es decir, mantienen
en secreto, es que “la precarización no es ningún
f e n ó m e n o m a rg i n a l , n i e n e l á m b i t o
germanoparlante ni en Europa. En los
principales Estados industriales occidentales del
neoliberalismo ya no puede ser arrinconada en
los espacios socio-geográficos de la periferia,
donde solo afecta a los demás. La
precarización no es ninguna excepción, sino
que es la regla. Se extiende por todos los
ámbitos que hasta ahora eran considerados
seguros. Se ha tornado en un instrumento de
gobierno además de en un fundamento de
la acumulación capitalista al servicio de la
regulación y el control social”. No se puede
explicar mejor.
Para los gobiernos del mismo corte del que tenemos en
la Comunidad de Madrid la precarización es su instrumento de
control. Reconocerlo resulta vergonzante, por ello se oculta, se
aplican medidas que aparentemente van en su contra, y se
mantiene en la cultura del secreto, por necesidades del propio
poder, igual que el control del fuego en el Paleolítico, o de las
armas nucleares en nuestro días.
Pablo Martínez Segura. Historiador y periodista.
Director periodista de la
Revista Madrileña de Medicina.
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